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Me llamo Elmer, soy un Seat 600 y esta es mi historia:
Oficialmente nací el 14 de febrero de 1967, día en que me matricularon, y mi primer propietario fue Federico Alberto Otero, maestro de escuela en Tomelloso, Ciudad Real. Tenía 61 años cuando me adquirió, y yo fui su primer y único coche. Como tantos maestros de post-guerra, su vida fue muy dura y sufrió la represión de la dictadura. Aunque conducía desde joven, nunca antes pudo permitirse tener coche.
Me tuvo que pagar al contado, 65.000 pesetas ahorradas con gran esfuerzo, y luego esperar casi medio año hasta que por fin le llamaron para venir a recogerme a Alcazar de San Juan. Estaba entusiasmado conmigo, no me faltaba un capricho, y su mujer Laura, también maestra, me llamaba "el hijo tonto".
Los fines de semana salíamos a dar una vuelta con su nieto, al que le había prometido regalarme cuando este fuese mayor de edad, íbamos a comprar pasteles y luego me lavaban a mano y sacaban brillo a los cromados.
El nieto, Alberto, creció y me heredó. Para entonces yo era un coche con demasiados años y pasado de moda, pero a él no le importaba lo que le decían, y me seguía llevando a todos sitios tan orgulloso. Su amiga Chispas y él me pusieron de nombre Elmer, por un personaje de Buster Keaton.
Alberto tocaba en un conjunto y me hicieron una canción, fui casi famoso, salí en la tele, en la radio y en el Interviu y todo. Luego me hice ye-yé, me pintaron de color malva, y me fui a vivir a Londres donde, al contrario que en España, despertaba admiración y le conseguía ligues a mi dueño.
Después de 1000 viajes y aventuras, en que serví incansablemente, los achaques empezaron a vencerme y me llegó la hora del retiro, pero no voy a ningún desguace. Ahora estoy en un hospital de coches clásicos, me aseguran que voy a salir hecho un solete, que descansaré en un garaje, y que los fines de semana me sacarán para dar una vueltecita y comprar pasteles.